Y tú, ¿qué quieres realmente?
El día 13 de noviembre de 2018 comenzamos un proceso de auto-descubrimiento para conocer nuestros talentos viendo en que tipo de empleo estaríamos más felices de realizar ya que están alineado con lo que amamos hacer; y el 14 de noviembre de 2018 le dimos continuidad a ese proceso, empezando por tener clara la visión de futuro para extraer un objetivo que nos empiece a llevar a hacer realidad esa visión y por supuesto, planteando un plan de acción para dirigirnos hacia donde queremos ir.
Encontrar tu objetivo
Una de las grandes dificultades que tenemos las personas actualmente, es que no sabemos hacía dónde queremos ir. Nos encontramos tan centrados en el día a día, en las prisas, en cumplir con determinados compromisos… que nos olvidamos de pararnos, reflexionar y pensar si realmente el camino que estamos haciendo es el que de verdad queremos transitar.
Necesitamos encontrar qué queremos, cuál es nuestro objetivo, y en la medida de lo posible dar un sentido a ese objetivo. Es decir, darle un para qué. Podemos querer trabajar en Google o en cualquier empresa tecnológica de referencia, o crear nuestra propia compañía de teatro, pero más importante que eso, es conocer para qué queremos lograr ese objetivo, y ser conscientes de la implicación que tales objetivos tendrán en nuestra vida.
Direcciona tu GPS
El objetivo nace como una consecuencia de haber trabajado el talento, aquello que nos apasiona, y nos hace mejores, y nos permite aportar un valor a la sociedad. En base a ese talento, podemos identificar cual será nuestro objetivo, y darle un sentido, lo que nos permitirá encontrar el propósito: la causa por la cual hacemos lo que hacemos.
Una forma de visualizar el objetivo es a través de la visión: la imagen de nuestro sueño, de aquello a lo que queremos llegar. La visión debería ser amplia, detallada, ambiciosa, ilusionante…nos debe hacer soñar con el futuro que deseamos. La visión nos debe servir como referente. Como decía Eduardo Galeano, soñar nos sirve para caminar, sin sueños no vamos a ningún sitio.
Sin embargo, la visión es algo más que un sueño. Es acción, es compromiso, es lo que nos pone en marcha para lograr aquello que anhelamos. La visión sin acción es un sueño, y la acción sin visión es una pesadilla, tal como dice un proverbio japonés.
Necesitas un plan
No podemos llegar a la visión de la noche a la mañana. Necesitas articular un plan, que poco a poco te vaya acercando aquello que quieres conseguir. Será un plan imperfecto, con pocas acciones y tareas, pero cada una de ellas te tiene que ir acercando al objetivo final.
El gran error cuando trazamos la visión y nuestro plan de acción, es olvidarnos de parcelar ese objetivo final. Los objetivos ambiciosos nos dan mucha fuerza y energía, pero si nos somos capaces de hacerlos accesibles, se vuelven irrealizables y acabamos abandonándolos.
Plantea objetivos específicos, medibles, alcanzables, realistas y acotados en tiempo. No confundir la visión ambiciosa con objetivos inalcanzables. A medida, que vayas alcanzando esos objetivos, tu mejora se hará palpable con el tiempo. Esa es la clave de la mejora continua: dar pequeños pasos, de forma continua y sostenida en el tiempo.
El camino es largo y tortuoso… o no
Lograr un objetivo ambicioso, o plasmar la visión que deseas en tu vida, requiere tiempo. Tomar decisiones difíciles y arriesgadas. Y pasar momentos de dudas, de inseguridad, de miedo…
Por eso, es importante, tener muy claro que aquello que deseas es lo más importante. Creer en eso que deseas, y para ello es necesario que tengas un propósito detrás que de sentido a todo lo que vas a pasar. Y pasarlo bien, disfrutar del camino, o al menos de algunos momentos que merecen la pena, y disfrutarlos al máximo.
Le decía un afamado chef a un becario que estaba haciendo las prácticas en su restaurante, y había cometido un error: “Tranquilo, y disfruta. Si todo lo que hacemos, no vale al menos para pasarlo bien, es que algo no va bien, ni tiene sentido”.
