Este pasado martes 19 de junio de 2018, en el Ayuntamiento del Cantizal de las Rozas, Madrid, impartí el taller de “Explora tu camino y dirígelo al empleo con un mandala profesional”, el cual tenía como objetivo acompañar a los participantes que actualmente están en búsqueda de empleo para que se dieran cuenta y reflexionaran sobre su estado actual observando las actitudes, aptitudes que le son útiles, las que necesita incorporar o aprender, las que le perjudican y lo que le motiva para llegar a su estado deseado y así conseguir sus objetivos. 

Para esto hicimos 3 dinámicas:

  • Encontrar su POR QUÉ, ese propósito que le motive a ponerle pies a sus sueños
  • Realizar su Mandala Profesional, donde desde su visión se dieron cuenta que para conseguirla, es necesario aprender o integrar nuevas aptitudes, cultivar cierta actitud, etc., así como soltar lo que les impide llegar a donde anhelan, ya sean creencias, estados de ánimo, etc., e importante, lo que les da la energía para ir a por su visión.
  • Playmobil & Lego para darse cuenta de cuál es su situación actual con respecto a su objetivo, y cuáles son los pasos a dar.

Una de las preguntas más inquietantes que nos podemos hacer es la de:

“¿por qué hacemos lo que hacemos?”

Vivimos en una sociedad rápida, veloz, de cambios continuos, dónde rara vez se fomenta la reflexión y la autoevaluación.

La realización de preguntas nos sirve para descubrirnos y para poder encontrar aquello que deseamos. Quizá la pregunta más importante que debamos responder cuando comenzamos a buscar un trabajo, no es qué trabajo deseo, sino por qué quiero conseguir ese trabajo.

Seguramente, la respuesta inicial sea por dinero, sin embargo, hay algo mucho más importante que conseguir un trabajo para lograr un buen salario. Las personas o empresas que han tenido éxito, y se han convertido en líderes, han logrado contestar en sentido inverso a las tres grandes preguntas que marcan la búsqueda de un trabajo:

  • ¿qué quiero?
  • ¿cómo lo quiero?
  • ¿por qué lo quiero?.

Cuando respondemos al qué, describimos la tarea que queremos realizar (quiero ser contable, arquitecto o cirujano). En realidad, todos en mayor o menor medida, sabemos qué queremos, porque tenemos unas preferencias, unos hobbies o algo que nos conecta a algo y nos atrae.

Responder a la segunda pregunta, cómo quiero que sea ese trabajo, es algo más complicado. En esta respuesta encontramos aquellos importante que son importantes para cada uno, nuestros valores, y lo que hace que nos diferenciemos del resto. Por ejemplo, quiero un trabajo de arquitecto, en una empresa que me permita expresar toda mi creatividad.

Y la última pregunta, por qué quiero conseguir ese trabajo, tiene que ver con ver con el propósito, con una causa mayor o una creencia. ¿Por qué quieres ese trabajo?, ¿Por qué te levantas cada mañana? Estas son las preguntas clave a las que hay que dar respuesta.

La mayoría de las personas pensamos, actuamos o nos comunicamos de fuera hacia dentro, del QUÉ al POR QUÉ. Decimos primero lo que está más claro y luego vamos a lo más borroso. Explicamos QUÉ hacemos, a veces decimos CÓMO lo hacemos, pero raramente somos capaces de explicar POR QUÉ hacemos lo que hacemos.

La cuestión es cómo podemos descubrir nuestro propósito. Una forma de hacerlo, es a través de la indagación reflexiva, combinada con la experiencia práctica.

El propósito está conectado con el talento, con los valores, con las experiencias vitales que más nos han marcado, con esos momentos que definimos como “eureka” o “revelación”, dónde parece que todo tiene sentido. Identificar qué cosas nos gustan, y encontrarle un sentido, que valga para algo, es el primer paso para conectar con el talento, y descubrir nuestro propósito. Las experiencias vitales nos ayudan a encontrar aquello que es importante para cada uno de nosotros, y conectan con lo que es transcendente.

La clave del propósito radica en encontrar esa transcendencia, en hacer algo porque queramos dejar huella, porque pensamos que nuestro trabajo o ese trabajo que deseamos es importante para alguien o para la sociedad en general.

 

El propósito conecta con la visión

La visión es soñar con aquello que deseamos con todas nuestras fuerzas. Cuando surge el propósito, la visión aparece sin demasiada dificultad. Sin embargo, la visión no sólo consiste en soñar. La visión es el resultado de un sueño puesto en acción. Todo el mundo es capaz de soñar, sin embargo, la visión aparece cuando uno se compromete con el sueño que ha tenido. Y la forma de mostrar el compromiso es a través de la acción. Con acciones concretas y definidas vamos acercándonos a la visión.

La visión debe ser amplia, detallada, positiva, alentadora y, también, realista. Hay un dicho muy conocido que sostiene que “si quieres llegar a la Luna, debes apuntar a las estrellas”. Cuanto más grande sea el sueño, más detallado y motivador, mejor. Aunque sin caer en un positivismo desproporcionado, que nos aleje demasiado de la realidad. Decir que mi visión consiste en ser como Rafa Nadal, cuando no he cogido en mi vida una raqueta, no es una visión, es un ejercicio de irresponsabilidad y falta de realismo.

Para visualizar y construir la visión debemos ser consciente de todos los aspectos que queremos que existan en esa situación. Idealismo sin estar reñido con la realidad, con las dificultades que tendré, con las fortalezas que necesitaré desarrollar, con las enseñanzas que aprenderé para llegar allí, con las personas que me acompañarán y estarán conmigo en esa visión y con aquellos que tendremos que decir adiós al darnos cuenta que son más una carga que un impulso.

Las preguntas nos ayudarán a construir esa visualización a través de la construcción de un mandala. En primer lugar, respondiendo a cuestiones cómo estas:

¿Cómo te ves dentro de un año o dos o tres en tu puesto de trabajo ideal?, ¿Qué funciones realizas?, ¿Cómo vives en tu puesto de trabajo?, ¿Cómo te relacionas con las personas que trabajan contigo?, ¿Cómo te percibes y eres percibido por los demás?, ¿Qué valores muestras y transmites en el trabajo actual?, ¿Qué tipo de dificultades tienes?, ¿A qué nuevos retos te enfrentas?, ¿Cómo te sientes viviendo así en este trabajo?

En segundo lugar, si hay algo que necesitamos para construir una visión es conocer qué necesitamos aprender. El aprendizaje sólo es posible desde la humildad de reconocer que todavía necesito aprender para llegar a dónde quiero llegar.

¿Qué has aprendido para llegar allí?, ¿Qué competencias nuevas tienes y cómo las incorporaste?, ¿Qué parte de tu forma de ser ha tenido que cambiar o mejorar?, ¿Qué crees que puedes hacer hoy, que hace un tiempo no podías?, ¿Cómo crees que eres percibido hoy?, ¿Qué rasgos de tu personalidad te han permitido llegar hasta aquí?

Otros dos elementos que nos ayudarán a construir la visión son los obstáculos que necesitamos sortear para llegar a dónde queremos llegar: y las fuerzas que nos impulsan a llegar allí, nuestros motivadores, lo que nos da energía. Responder a las siguientes cuestiones nos ayudarán a identificar estos impedimentos:

¿Qué te quita energía?, ¿Qué lastres todavía te quedan por soltar?, ¿Qué pensamientos o costumbres te anclaban y no te permitían producir los cambios que has realizado?, ¿Puedes reconocer qué relaciones o situaciones tuviste que completar para producir los cambios que te permitieron alcanzar tu visión? Mientras que las siguientes preguntas nos insuflarán la energía necesaria para llegar a nuestra meta: ¿Qué te da energía?, ¿Qué te estimula a seguir aprendiendo?, ¿Cómo te las arreglas para que lo que te da energía esté presente en tu día a día?, ¿Qué personas/elementos son claves para sostener alta tu motivación y tu ilusión?, ¿Qué emociones has tenido que aprender o desaprender para cumplir tus compromisos?, ¿Qué te conecta a tu energía interna y motor de continuidad?

 

¿Cómo nos ponemos en acción?

Visualizar la visión y definir con la máxima precisión cómo queremos que sea nuestro trabajo ideal, no es suficiente. Debemos dar un paso más, debemos comprometernos con aquello que deseamos, y la forma de hacerlo, es pasar a la acción.

En primer lugar, identificar cuál es la situación real a día de hoy. Cuán lejos o cerca me encuentro de mi objetivo, y para ello es necesario responder a cuestiones que quizás nos duela responder o que no nos gusten:

¿estoy capacitado para llegar a dónde quiero llegar?, ¿qué necesito aprender?, ¿qué competencias necesito adquirir para lograr ese trabajo que tanto anhelo?

Este ejercicio de autocrítica, permite tomar conciencia de dónde estamos en relación al objetivo.

En segundo lugar, una vez identificado dónde estoy, llevar a cabo las acciones necesarias para conseguir esa visión. ¿Cómo? Fijando pequeños pasos que me conduzcan a la consecución del objetivo final. Si quiero conseguir un trabajo ideal, primero tendré que prepararme para llegar con posibilidades a las diferentes entrevistas de trabajo. Por ejemplo, saber argumentar mi curriculum vitae, tener preparadas varios supuestos en caso de alguna pregunta incómoda, saber identificar cuáles son mis principales fortalezas y debilidades…

Este tipo de preparación sería unos de los pasos para llegar a un objetivo intermedio, y se podría subdividir en las diferentes acciones que debería realizar para llegar bien preparado a la entrevista. Otras acciones serían la preparación mental y emocional para la entrevista…

Recuerda que sólo tú puedes cambiar la situación en la que te encuentras actualmente, y hacer que te aproximes o alejes del objetivo que deseas.

Responder a determinadas cuestiones cómo “¿Qué cambios tendrías que realizar para generar esa realidad?, ¿Qué pasos necesitas seguir para poder hacer ese cambio?, ¿Qué harías mañana diferente?, ¿Cómo sería estar ahí?, ¿Qué pensamientos tendrías?, ¿Cómo te sentirías?, ¿Qué emoción estarías viviendo?, ¿Qué acciones harías?” permite prepararnos y crear un plan de acción basado en objetivos SMART: específicos, medibles, alcanzables, realistas y acotados en tiempo.

 

 

 

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